Platero
Platero es pequeño, peludo y suave; tan blando por fuera que se diría es todo de algodón, que no lleva huesos. Solo sus ojos son duros como dos escarabajos de cristal negro.
Se va al prado y acaricia tibiamente con su hocico las florecillas rosas, celestes y amarillas. Lo llamo dulcemente ¡Platero! Y viene a mí con un trotecillo alegre.
Es tierno y mimoso igual que un niño, que un niño…pero fuerte y seco por dentro, como de piedra. Cuando paseo sobre él, los domingos, por las últimas calles del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio, se quedan mirándolo.
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