LEE EL SIGUIENTE TEXTO:
La rebelión de los emoticones
He estado un rato buscando un emoticón que me ayudase a decirle a una amiga, de forma fácil y rápida en un mensaje de chat, “¿En qué andas?”; no lo he encontrado, a pesar de que me tomé un tiempo en buscar un detalle gracioso. Después he pensado: ¿lo necesito en verdad? Pues no. En realidad puedo escribir fácilmente ¿en qué andas? y decir lo que quiero. Entonces, ¿por qué busco un emoticón para escribir mis mensajes de texto si no lo necesito? La respuesta es que, de alguna forma, sí los necesito. Tal vez, podría decir a mi favor que usar emoticones es más corto y rápido que escribir textos o que es más divertido. Últimamente, yo lo creo también: los emoticones han reemplazado a las palabras y al poder expresivo de estas.
Me resulta casi cómica la idea de muchos emoticonlovers; es así como llamo a todos mis amigos que siempre, en lugar de decirme algo directamente, me envían estos odiosos dibujitos que, encima, debo interpretar. Y ¿qué pasa si entiendo algo diferente? Realmente su uso no deja de ser un intento de “humanizar” este mundo virtual del que soy parte sin haberlo elegido. ¡Los emoticones nos invaden! Pero he decidido emprender mi pelea individual contra ellos; por eso, cuando quiera decir que estoy triste, no pondré un círculo amarillo con gotitas en los ojos; cuando quiera decir que estoy enojado, no colocaré a esa esfera con lentes de matón y dientes de tiburón. Yo, a partir de ahora, diré lo que siento como debe decirse: ¡con palabras!.
Señala el enunciado que mejor resume lo expresado.