En 1952, el matemático británico Alan Turing fue condenado a escoger entre la cárcel o un tratamiento de estrógenos para "curarlo" de su homosexualidad. El un libre pensador ateo que a la hora de ser investigado confesó abiertamente sus preferencias sexuales, arriesgándose al escarnio público, optó por lo que en la practica fue una castración química que le dejó impotente, deformó su cuerpo y causó en el grave consecuencias psíquicas. Dos años después, en la plenitud de sus 41 años, Turing fue encontrado muerto en su cama al lado de una manzana mordida impregnada con cianuro. El forense dictaminó suicidio. Esta condena cruel se dio antes de que la opinión pública y la prensa británica protestara por los recurrentes juicios, persecuciones y hasta ejecuciones a los homosexuales. Estas protestas llevaron a que en 1957 se declara que los homosexuales no eran enfermos y se dejaran de considerar como delitos las practicas homosexuales entre adultos. Para el matemático fue, desafortunadamente muy tarde. Alan Turing fue un personaje tan brillante que 1936 planteo la posibilidad real de construir una computadora, idea que puso en practica durante la segunda guerra mundial. Gracias al diseño de la "maquina de Turing", se lograron descifrar los códigos secretos que usaban los alemanes que atacaban a las fuerzas aliadas.
Turing, reconocido como un genio por la comunidad científica, es un ejemplo infame de cómo históricamente los abanderados de la moral han hecho daño a inocentes por el hecho de ser homosexuales. En 2013 la reina Isabel de Inglaterra presionada por un sector de l opinión, concedió el perdón a Turing póstumamente. Aunque los términos son un tanto ridículos -a Turing, por supuesto, no hay nada que perdonarle- la decisión tiene gran peso simbólico. Nos hace pensar muchas veces que la ley esta afincada en prejuicios religiosos o sociales, y en que, muy probablemente algunas de las cosas que hoy perseguimos furiosamente -los cultivos de coca, por ejemplo- mañana, después de mucha sangre y sufrimiento, serán aceptadas sin escandalo.
Adaptado de: Bonnet, Piedad, en: El Espectador, 4 de enero del 2014.
Para Bonnet, los términos como la reina de Inglaterra concedió el perdón a Turing son un tanto "ridículos" porque