La filosofía, como todos los demás estudios, aspira primordialmente al conocimiento. El conocimiento a que aspira es a aquella clase de conocimiento que nos da la unidad y el sistema del cuerpo de las ciencias, y el que resulta del examen crítico del fundamento de nuestras convicciones, prejuicios y creencias. Pero no se puede sostener que la filosofía haya obtenido un éxito realmente grande en su intento de proporcionar una respuesta concreta a estas cuestiones. Si preguntamos a un hombre de ciencia qué conjunto de verdades concretas ha sido establecido por su ciencia, sus respuestas durarán tanto tiempo como estás dispuesto a escuchar.
Pero si le hacemos la misma pregunta a un filósofo, y este es sincero, tendrá que confesar que su estudio no ha llegado a resultados positivos comparables a los de otras ciencias. Verdad es que esto se explica, por el hecho de que desde el momento en que se hace posible el conocimiento preciso sobre una materia cualquiera, esta materia deja de ser denominada filosofía y se convierte en una ciencia separada. Así, por ejemplo, todo el estudio del espacio que pertenece hoy a la astronomía, antiguamente estaba incluido en la filosofía.
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